“La vida es una escuela, la pérdida es, en muchos aspectos la asignatura más importante del programa de estudios”…
Elizabeth Kübler-Ross.
Este trabajo nació de mi necesidad de plasmar con palabras y darle nombre a lo que he estado viviendo en estos dos últimos años. Su nombre, es duelo, y como cualquier duelo, lo primero que he sentido es que duele y mucho.
Ir enumerando las pérdidas, me ha ido dando pautas claras de lo que en concreto he dejado atrás y saber que todo pasa para algo y que nada sucede por simple capricho, sino para que escuchemos esas grandes lecciones que la vida nos tiene reservadas.
Sólo que hay un pequeño detalle, es muy importante saber que la diferencia reside en saber elegir con que actitud vamos a enfrentar el momento o la pérdida y sí vamos a ser lo suficientemente responsables de asumir las consecuencias de nuestra elección.
Lo anterior lo menciono porque no se qué haré cuando mi madre muera, lo que sí se es lo que estoy haciendo hoy, día a día y con que actitud he elegido enfrentarme a este proceso de mi vida. Siento que la elección es la correcta y que un buen presente hace un buen futuro. Y también darme cuenta de que no hay crecimiento sin pérdida, así como también, después de una tormenta viene la calma.
Mi proceso de duelo
Hoy es una mañana cálida y lluviosa de verano en la que después de dos semanas de revolotear, hojear libros y leer otros, vengo a caer en la cuenta de que me está costando mucho trabajo enfrentar el tema que desarrollaré a lo largo de estas páginas.
Este título me remite a una carta que no hace muchos días le escribía mi madre, misma que quiero compartir para dar inicio a mi relato:
Muy querida mamá:
Hoy cuando regresé al medio día, me hiciste una pregunta que nos hacemos todas las mujeres que hemos tenido el privilegio de crear y criar a un ser humano, en éste caso tan querido cómo lo es un hijo.
Tú pregunta fue:
…¿Hija, soy una buena madre?…
A lo que yo te contesto:
-… Madre, yo Concepción a mis cincuenta y seis años de edad y desde este momento presente, quiero decirte que eres la madre más maravillosa que la vida y Dios me han podido dar.
Cuando fui niña, me vestiste con esmero y dedicación al grado que fui para ti como la muñequita que tal vez no tuviste y en ese acicalarme, jugaste a ser la hermana, amiga, confidente y madre de tu niña amada.
Cuando fui adolescente me diste la libertad de tener mis espacios, mis amigas que conservo hasta la fecha, de lo que me siento muy orgullosa, por que no es algo gratuito, lo aprendí de ti, pues vi y viví cómo supiste cultivar el valor de la amistad.
En mi juventud me dabas tu bendición cada vez que me iba a la Universidad y te quedabas plenamente segura de que lo que hacía fuera de la casa era lo correcto.
Hoy que tanto tú como yo hemos crecido y que los dolores del vivir y el cansancio se hacen frecuentes y a veces constantes, la vida me da el privilegio de cuidarte, acicalarte y ponerte bonita, cómo si fueras la muñeca con la que jugué poco. Mi muñeca, mi amiga, confidente y hermana.
Hoy y siempre llevaré en mi corazón tú imagen. Hoy y siempre tú eres mi única y muy querida madre.
Tú hija que te quiere.
Lo expresado en la carta me lleva a darme cuenta de cuales han sido las pérdidas que estoy viviendo cómo un duelo, al ver los cambios en la memoria inmediata de mi madre y el hecho de verla que se convierte en una niña indefensa a la que hay que cuidar en su caso especial y ante la enfermedad, tenerle mucha paciencia.
Yo también he cambiado, de ser o representar el papel de hija, hoy soy la que dirige, ordena y guía a la madre. Y este cambio, como cualquier otro, no ha sido fácil de asimilar y llevar a cabo. Día a día ha sido un nuevo intento de ensayo y error.
Así es que una de las primeras pérdidas que he experimentado es la de la seguridad que mi madre me daba, como si fuera un pilar para mí y aunque anciana ya, el sentirla fuerte y firme me daba una sensación de presencia, de que en cualquier momento podía recurrir a ella y aunque no me diera nada en especial, su sola presencia era suficiente para mi tranquilidad. Hoy está, pero ya no del todo.
Al ir perdiendo su memoria inmediata y confundirse en muchos aspectos, a mí me hace tambalear mucho emocionalmente en mi relación madre/hija. Hechos cotidianos me hacen sentir confundida ante no saber si lo que hago es o no lo correcto para ella y sobre todo para mi.
Sin embargo y tras muchas horas de terapia y apoyo, he ido encontrando mi propia tranquilidad, en ella a un nuevo ser y en mi un nuevo estilo de convivencia.
El proceso de reaprender a tratarla, darle su lugar y sentir que aunque este enferma es un ser valioso y digno, me llevó mucho tiempo. Ir viendo que la que necesita mucho estar bien y tranquila soy yo misma y con esto ella esta tranquila y no entramos en discusiones, ni polémicas que me lastimaban mucho emocionalmente, porque ella lo olvida de inmediato, como si nada hubiera sucedido y la que se quedaba trabada y con un terrible coraje era yo.
El método que apliqué fue muy simple, pero necesité mucho apoyo para poderlo hacer de corazón y sin coraje y sobre todo confrontada por mi familia quienes me decían que estaba yo enloqueciendo. Decidí un buen día dejar de intentar meterla a mi realidad y entrar a la de ella. O sea que me percaté que sentía un profundo dolor de verla aparentemente como siempre, pero saber que ya nada es igual, lo único que puedo rescatar intacto es el amor y me dije, sí esta es la opción, hay que experimentarla y funcionó.
Aquí me gustaría comentar que mi relación con ella no ha sido de mucho apapacho, entre ella y yo siempre ha habido como una especie de resistencia o celos naturales al ver que era yo la niña consentida de mi padre. Una de las cosas que he vencido, es el poderme acercar amorosamente a ella y desarrollar el contacto físico. Hoy veo que este hecho le agrada y da seguridad, como sí fuera un lenguaje que ella entiende perfectamente, mucho mejor que las palabras.
El hecho de sentirse querida y aceptada por su hija es parte de lo que la mantiene bastante bien y por supuesto yo me siento muy tranquila y satisfecha de comprobar la teoría Frankliana, que ante las situaciones más terribles, aún es posible hacer algo y rescatar un sentido para seguir adelante.
Por que esta situación de impotencia, en este tipo de enfermedades de degeneración en las neuronas del cerebro, para quien es el cuidador primario, se le llama así a la persona que directamente se encarga de vigilar y atender en sus necesidades básicas al enfermo, resultan muy desgastantes y hasta devastadoras para quien las afronta. Me sentía como en una guerra emocional interna, acorralada y sin ver una posible o remota salida, con una terrible desesperanza.
Otra de las pérdidas que viví como un gran golpe de la vida, fue la de enfrentar la venta de su casa y sus pertenencias. Con éste hecho ella me dice haberlo perdido todo, pero para mi representó como un fuerte arrebato, de lo que durante muchos años viví como mi área de seguridad, un lugar de encuentro y sobre todo el rincón de los recuerdos de toda una vida y con ello, toda una historia.
Arnaldo Pangrazzi en su libro “El Duelo. Experiencias de crecimiento” nos comenta al respecto que una de las pérdidas más difíciles de superar es la de la propia casa, por que ésta representa el propio pasado y tiene una gran carga emocional y significado para quien lo enfrenta.
Pero hoy veo que en realidad el recuerdo vive conmigo y que lo que elegí hacer, hoy es lo que me da fortaleza para estar en donde me toca estar. Y como muy acertadamente dice la Logoterapia: toda elección responsable implica una pérdida, pero también tiene sus consecuencias y hay que vivirlas.
La pérdida de la comunicación fluida y efectiva ha sido otro aspecto doloroso, lleno de una gran tristeza al no poder relacionarme con ella como cuando la iba a visitar cada vez que necesitaba ese refugio o bálsamo curativo que sólo una madre posee.
Su escucha incondicional, su respeto y amor y esa frase que también era tan suya y tanto extraño “… ¡Hija, hay que echar para adelante!… ” . Sin embargo, hoy su silencio también tiene mucho de sabiduría. Hoy ya no le cuento mis cosas, ya no tengo respuestas, sólo queda el silencio que si tengo la sensibilidad de poder escucharlo a cada momento me dice un “… ¡Gracias hija, gracias por estar aquí!…”.
Yo misma me siento como si hubiera cambiado, como si hubiera dejado de ser la que era, para pasar a ser la que soy ahora. Una persona un poco más fortalecida y madura ante el dolor.
Bien sabido es que el ser humano desde que sale del vientre de su madre, inicia una etapa de duelos y pérdidas al dejar el paraíso en el que habitaba y salir a un mundo de lucha que comienza cuando el bebé busca su alimento que le dará la sobrevivencia. Y así en adelante en cada etapa y momento de la vida se va dejando algo atrás, al ir eligiendo el presente se va perdiendo algo, hasta encontrarse con la propia muerte.
De todas las separaciones, de todas las pérdidas, la muerte es la más temida, sea que se refiera a nosotros mismos o a una persona querida. El don del nacimiento conduce a lo inevitable que es la muerte, como parte integrante de la propia vida.
En mi caso y ante lo que yo enfrento, mi madre no ha muerto aún, pero su presencia, su estar en la realidad ya no es la misma.
Hoy la vida me ha llevado a adoptar una postura ante la situación de mi madre que no resulta para mi del todo conocida, pero que sí es la que necesito como una herramienta en éste momento. He pasado de ser la “hija de”, a ser “la madre de mi madre”, un rol del que aún no conozco muy bien el parlamento, pero que lo ensayo cada día para que salga lo mejor que se pueda.
Esta situación de ser la madre de la madre la he ido afrontando dándole a ella, aún a sus ochenta y tres años, las responsabilidades que aún puede asumir y en las que se puede seguir sintiendo independiente.
De tal manera que ya no la cargo, como lo hacía antes, ahora me limito a verla con paz y darme cuenta que aún puede hacer por ella misma algunas cosas y no asfixiarla con quererle resolver cada minuto de sus horas.
Como una propuesta para cualquier persona que en este momento este pasando por una situación similar a la mía, me gustaría decirle que hay una esperanza y la encontramos en la medicina maravillosa del amor y la compasión (padecer con).
Dentro de todo este proceso puedo decir que no ha sido labor de una sola persona, sino que he necesitado de muchas personas que como redes de apoyo me han ido dando luz y soporte para poder seguir avanzando. Así es que me gustaría comentar que ante una situación de este tipo lo mejor no es aislarse por mas mal que se sienta uno, hay muchas personas que nos pueden apoyar y a quienes también nosotros podemos servir de apoyo con nuestro testimonio.
ETAPAS DEL DUELO
Dentro de las lecturas realizadas me encuentro que muchos autores han escrito acerca de las etapas del duelo y han realizado su propia clasificación.
Entre otros se encuentra Gloria M. Francis quien es enfermera y ha desarrollado cinco etapas emocionales que son:
- Negación
- Ansiedad
- Regresión
- depresión
- Aceptación Realística.
Francis nos presenta una guía concreta, sencilla, práctica y un camino que facilita la labor del Tanatólogo, el cual necesita un profundo conocimiento del ser humano, de sus mecanismos de defensa y de sus padecimientos o neurosis.
Otro autor es Robert E Neale, místico quien se fija mucho más en la parte espiritual del enfermo terminal y de sus familiares. El señala como etapas:
- Conocimiento de la Muerte
- Gestación
- Renacimiento.
Este autor propone encontrar lo más puro del ser humano, su Yo interno y desde la espiritualidad es desde donde aborda el trabajo Tanatológico.
Carl A. Nigshwonger quien es un pastor protestante quien ve el proceso de morir con una perspectiva diferente, de comprensión del ser humano desde sus componentes de cuerpo y alma y menciona las siguientes etapas:
- Shock
- Emoción
- Negociación
- Conocimiento
- Compromiso
- Cumplimiento
Este autor presenta un proceso diferente y un poco más complicado, pero en realidad solo esta desarrollando con más detalle lo que sufren todos los que están participando del proceso del duelo y del morir.
Para muchos Elizabeth Küblerr-Ross es la pionera mundial de la Tanatología, muchos estudiosos en la materia mencionan que para profundizar en esta disciplina científica hay que estudiar con detenimiento sus escritos.
Küblerr-Ross nació en Zurich, estudió medicina y ya casada fue a vivir a Nueva York en donde trabajó con esquizofrénicos. Gracias a un grupo de estudiantes quienes se acercan a ella en busca de ayuda por que tenían que presentar un trabajo acerca de la máxima crisis de la vida, la Muerte, ella decide apoyarlos y de ahí su decisión de entrevistar a enfermos terminales y enfermos en fase terminal, con la finalidad de investigar acerca de la muerte y profundizar en ella.
Las etapas que ella propone son cinco, para lo cual iré mencionando cada una y trataré de ir ubicando mi propia vivencia.
- Negación y el Aislamiento: La negación es la primera reacción del paciente y la familia en cuanto conocen el diagnóstico de la enfermedad y la primera reacción será la de negar:”No, yo no, no puede ser cierto”. Es como una resistencia inicial que le permitirá recobrarse de la noticia, para luego movilizar otros mecanismos de defensa menos radicales y muchas veces la negación es como una protección para el paciente por medio de la cual podrá permanecer cuerdo.
Para mí la negación, apareció como un darme cuenta de los cambios en mi madre, diciéndome a mi misma que no estaba sucediendo nada significativo, sólo eran consecuencias de su edad y que no pasaba nada importante.
De hecho la llevé al médico quien me indicó algunos exámenes, mismos que no le hicieron por que no creí que era cierto lo que me decían. Hasta que pasado un tiempo comencé a percatarme de que el mal avanzaba y de que los olvidos eran de llamar la atención y nuevamente asistimos al médico y tras la revisión de sus exámenes y análisis confirme que su diagnóstico era Alzheimer y que llevaría un tratamiento que si bien no cura, tal vez, por que no hay una seguridad, retraza la evolución del padecimiento.
- Rabia: Cuando ya no se puede mantener la negación, ésta es sustituida por sentimientos de ira, rabia, envidia y resentimiento. La pregunta que surge de inmediato es ¿Por qué yo?, ¿Por qué a mí? Esta etapa es difícil de afrontar por que se proyecta contra todo y contra todos.
La verdad es que nadie piensa en ponerse en los zapatos del paciente y lo primero que hacemos es tomar su ira como algo personal y de este modo en vez de disminuir este sentimiento lo acrecentamos. Siendo que lo que la persona necesita es comprensión y algo de nuestro tiempo.
La decisión inmediata que tomé con respecto a mi madre fue traerla a vivir a mi casa y al no medir las consecuencias que esto me acarrearía entre en un tremendo período de coraje, impotencia, frustración, pánico y tenía la sensación de estar atrapada. Aquí también experimente muy vivamente la sensación de haber perdido mi libertad y por supuesto que todo esto se hizo extensivo a mi familia (hijos y esposo).
Esto era como un cocktail como para aniquilar a cualquiera y en mi desesperación un día me dije que no todo estaba acabado y que aún habría algo por hacer y fue cuando encontré el Colegio Lisieux.
En este espacio empecé a darme cuenta de que yo necesitaba un alto en mi vida, una profunda reflexión y fue así que tomé otra decisión tomar con otra actitud lo que estaba viviendo y poco a poco fui digiriendo los acontecimientos.
- El Regateo es una negociación con Dios ante no poder afrontar la triste realidad y si ya en un principio nos enojamos con Dios y con todos los que nos rodean, en este momento a lo mejor podamos llegar a un acuerdo que posponga lo inevitable. Igual que lo hicimos de niños ante la negación de un permiso, primero nos enfurecimos, pero pronto cambiamos de idea y negociamos.
En mi experiencia fue un querer negociar, no sólo con mi familia y hermanos, sino también con Dios quien me había fallado y feo.
Me enfrenté al Dios de mi infancia y al que ubicaba en la iglesia y me divorcié de Él, rompí relaciones. Paulatinamente he ido conciliando y dándome cuanta que el Dios de la Iglesia es manipulador, mientras el de la Filosofía es todo amor y un amor que me deja en la libertad de elegir lo que yo decida hacer puesto que me ama profundamente.
- La Depresión: Comienza cuando la persona quien ya sabe su diagnóstico y ya no puede seguir negando su enfermedad ni sostener su rabia, empieza a tener la sensación de una gran pérdida, esto es la Depresión Reactiva y existe lo que también conocemos como Depresión Anticipatoria que es el dolor que va preparando a la persona que tiene que enfrentar su muerte.
La depresión se manifestó en mí como una profunda tristeza, como si me estuviera sumiendo en un pozo negro y obscuro al cual no le veía salida.
Perdí todo deseo de todo, mi vida no tenía ningún sentido, sin embargo hubo algo que no dejé de hacer, seguí rezando. Aunque sentía que Dios se había olvidado de mi, seguí tratando de no olvidarme de Él.
Un buen día tomé la decisión muy firme de que no me podía permitir sentirme tan abatida y desesperada y que podía salir de esta sensación de tantos sentimientos encontrados de alguna manera. Así es que elegí amarme y cuidar de mí atendiendo mi salud física y espiritual.
En este momento puedo afirmar que lo que me ayudó mucho a salir de la depresión, fue la decisión de elegir responsablemente una nueva actitud ante la vida. Esta medicina me calmó y calmó a mi madre.
- La Aceptación: Esta última etapa es en la que el paciente queda en un estado de paz, tranquilidad y esperanza para lo que va a venir y en el caso de los pacientes cuya muerte es inminente, sólo esperará que venga el final pero con una profunda esperanza.
En este caso y en particular, yo no se cuando mi madre vaya a morir, lo que espero es que los días que viva, los viva con calidad. Y ante esta situación necesito aprovechar las oportunidades que la vida me brinda para estar en paz y que ella también lo este.
CONCLUSIÓN
Para concluir este material me surge la pregunta ¿Para qué me ha servido la elaboración de este trabajo?
Haber escrito lo que llevaba dentro, me lleva a hacer un mejor contacto conmigo misma y sobre todo a poner las emociones y sentimientos encontrados fuera de mi y de este modo clarificarlos y aterrizarlos en algo concreto.
Hoy puedo afirmar que la presencia de una enfermedad terminal, como lo es el Alzheimer, en la vida de cualquier persona puede resultar devastadora o puede dar la pauta para elegir un camino más esperanzador y enfrentarlo con una nueva actitud.
En lo personal escribir me sirve para ir dejando la primera huella que queda impresa en mi corazón y sentime más reconciliada con mi vida al ir pasando por un proceso de duelo.
En segundo lugar me hace pensar que este trabajo puede trascender y servirle a otras personas quienes como yo atraviesen un momento de profundo dolor y en mi trabajo puedan ver que no todo esta perdido que siempre esta la esperanza, que es lo que no hay que perder. Y una última cosa que se me hace importante es darme cuenta de que gracias a esta pérdida, a este duelo, o al golpe de la vida, he ido adquiriendo experiencia, tras lo cual me siento más preparada para enfrentarme a la vida.
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